Sarabande (BWV 1004), J.S.Bach 1685/1750.
Turingia, “el corazón verde de Alemania”, fue el territorio musical dominado por la amplia familia de los Bach. En junio de 1708, J. S. Bach tenía 23 años, llevaba sólo unos meses casado con su prima María Bárbara Bach y comenzaba a trabajar como organista y músico instrumental en la Corte de Weimar. Bach ya conocía Weimar, pues cinco años antes pasó allí una corta estancia trabajando como violinista y aprendiendo el estilo polifónico adaptado al violín, basado en la técnica de las dobles cuerdas de la tradición alemana.
En 1714, cuando contaba con 29 años y tres hijos, fue nombrado Konzertmeister (maestro de concierto). Sin embargo, su relación con Weimar no tuvo un final feliz, pues cuando Bach fue nombrado Kapellmeister (maestro de capilla) de la Corte de Cöthen en agosto de 1717, el Duque de Weimar lo encarceló por lo que no pudo acceder a su nuevo puesto en Cöthen hasta unos meses más tarde.
Ya en la Corte de Cöthen, Bach pasó cinco años de intenso trabajo como compositor de música instrumental, abandonando provisionalmente la música religiosa para órgano. En la calvinista Corte de Cöthen gobernada por el Duque Leopoldo, la música religiosa tenía poco predicamento, por lo que Bach se dedicó a la composición de obras instrumentales como los Conciertos de Brandemburgo o las Suites inglesas y francesas para clave, las Suites para violonchelo o las Sonatas y Partitas para violín.
De estas últimas, -las Seis Sonatas y Partitas para violín solo-, no conocemos la fecha exacta de composición, pero sí sabemos que Bach las recopiló en 1720 en un mismo manuscrito, donde aparecen ordenadas por parejas integradas por una sonata y una partita. Mientras las tres sonatas siguen la estructura de la Sonata da Chiesa (de iglesia) en cuatro movimientos -lento, vivo, lento, vivo, con predominio del noble contrapunto imitativo expresado en la fuga-, las tres partitas siguen el orden de la suite de danzas, cuyo esquema básico son la Allemande, Courante, Sarabande y Gigue.
El origen y significado de la suite de danzas, lo encontramos en la corte europea más influyente en la época, la francesa, en la que de la mano de Froberger, se definió esta secuencia de cuatro danzas de distinto origen -Alemania, Francia, España e Inglaterra, respectivamente-, para recibir a los diplomáticos extranjeros. En la Partita II, en re menor (BWV, 1004), Bach mantiene el esquema básico de cuatro danzas instrumentales, -cuya finalidad era ser escuchadas y no bailadas-, al que añadió la impresionante Chaconne otorgándole un monumental final.
Sin embargo, nos detendremos en la danza de origen español, la Zarabanda o Sarabande, muy popular en el Siglo de Oro, como lo muestra su presencia en la literatura de Lope de Vega, Cervantes o Góngora.
J. S. Bach, aborda este movimiento con una Sarabande especialmente emotiva y reposada que comienza con una frase de ocho compases en re menor, con una pequeña regionalización a sol menor, para devolvernos al tono inicial tras un precioso acorde de séptima disminuida.
Después de repetir esta primera frase, el discurso entra de lleno en la segunda sección el doble de larga que la anterior. Como marcan los cánones estéticos de la época, Bach utiliza los mismos motivos y recursos con los que comenzó, -figuras rítmicas, dobles y triples cuerdas, regiones tonales cercanas-, con el objeto de mantener el mismo afecto para todo el discurso. El ambiente es de gran recogimiento, la emoción es sincera, no hay cambios de ánimo inesperados…..
Ignacio Botella Ausina