El sueño de Pitágoras
Música y ciencia son vías por las que transita el discurso filosófico de Pitágoras, un fascinante personaje de la Grecia arcaica al que no queremos olvidar. En su juventud, partió de la pequeña isla egea de Samos hacia Tebas, capital del Egipto faraónico. Realizó un viaje iniciático de autoconocimiento, y retornó maduro para crear una escuela de filosofía en Crotona que sirvió de base a la construcción de la civilización occidental……..
Crotona, verano de 507 a.C.
Sentado sobre un cubo de madera formado por seis caras, Pitágoras ha pasado la tarde comparando las longitudes de cuerda con los sonidos que de ellas surgen cuando las pulsa. Trabajando con varios monocordios, inmerso en sus cálculos, plenamente concentrado, ha descubierto un patrón constante en la naturaleza. Dispuesto a sellar su hallazgo en lenguaje matemático, ha concluido que el sonido se fundamenta en las relaciones de proporción simple de los cuatro primeros números naturales. La unidad para el sonido fundamental, 1/2 para su octava, 2/3 para su quinta y 3/4 para su cuarta. Ha comprendido el fundamento matemático del sonido sobre el que se desarrollará la ciencia de la acústica y del sistema musical.
Anochece, Pitágoras está satisfecho en su cansancio. Antes de retirarse, bajo las estrellas, observa la constelación de la Lira y quema unas hojas de laurel que ofrenda a Apolo, su máximo inspirador. Ya tumbado quiere descansar, pero la emoción de resumir en relaciones de números simples un patrón de la naturaleza no le deja conciliar el sueño. En el fondo de su corazón está inquieto, sabe que hay algo más, y meditando sobre su asiento de seis caras, cede al cansancio y queda profundamente dormido.
En brazos de Morfeo, su cerebro sigue trabajando activo en su intuición. Se ve a sí mismo de pie sobre su asiento de seis caras, ocho ángulos y doce aristas. Comprende entre sueños la relación de 1/2 entre caras y aristas; de 2/3 entre ángulos y aristas; y de 3/4 entre caras y ángulos. Subido sobre este altar que conjuga número, forma y sonido, admira los astros navegando por el cielo cubriendo áreas del espacio según su velocidad en las mismas proporciones de números simples. Observa el mismo patrón en las formas de plantas y flores que le rodean y se sorprende escuchando el zumbido de una libélula al pasar, cuyas alas son 2/3 de su cuerpo.
Dormido, Pitágoras escucha el mundo que ve y se estremece ante la enorme sinfonía de matemática sonora escrita en el lenguaje universal de la belleza.
Ignacio Botella Ausina.