La libertad de un músico genial
Pese a las magníficas veladas musicales, Federico el Grande de Prusia ha dejado marchar de la Corte en Postdam a Carl Philipp Emmanuel Bach. Cansado de la poca consideración recibida, el joven Bach -segundo hijo del gran Johann Sebastian-, se dirige a su querida Leipzig en Sajonia donde desea orientar un nuevo rumbo a su carrera musical.
De su padre, fallecido ese mismo año de 1750, lo aprendió todo, él fue su único maestro, pero Carl Philipp tiene un talento innato extraordinario que le hace entender que el nuevo tiempo es el de la expresión de las pasiones, de los sentimientos y de la emoción. Más allá de las complejidades de la razón, está dispuesto a sustituir los estereotipados “afectos” barrocos por los “sentimientos” personales. Quiere expresarse en la música, encontrar su propio discurso subjetivo de emociones, busca: “la belleza en la variabilidad”.
Carl Philipp escribe en su ensayo, El verdadero arte de tocar instrumentos de teclado (1753):
“Un músico no puede emocionar a los demás si no se emociona él mismo. Es indispensable que sienta todas las emociones que espera hacer surgir en sus oyentes, porque de esta manera la revelación de su sensibilidad estimulará en los demás una sensibilidad semejante. En los pasajes lánguidos y tristes se hará lánguido y triste, y esto deberá oírse y verse. Asímismo, en pasajes apasionados y alegres deberá sumergirse en el estado de ánimo adecuado; y así, variando constantemente las pasiones, apenas silenciada una, hará surgir la otra”.
Con los años, Carl Philipp cumplió sus deseos elaborando el Empfindsamer Stil, el estilo de la extrema sensibilidad. Sus sonatas se convirtieron en discursos musicales de rumbo impredecible, como los sentimientos de un futuro romántico apasionado, y por fin, encontró en la Fantasía Libre, sin esquemas preestablecidos, el mejor medio para expresarse.
En los años 70, Charles Burney, el viajero musical incansable, le vio tocar y nos dejó escritas estas palabras:
“Toca con la mirada perdida de un poseso, la baba colgando de sus labios, indiferente a todo lo que no satisface a su pasión”.
“…cuando él expresa, exterioriza, una nota larga en el clave, en lentos y patéticos movimientos, sabe extraer con gran habilidad los sonidos sensibles del dolor y de la lamentación del instrumento…”
“…después de la comida él se sentó otra vez al piano y tocó, sin parar, casi hasta las once de la noche. Durante este tiempo se emocionó mostrando un entusiasmo tal que no sólo tocaba sino que también tenía el gesto de extasiarse…”
Los últimos 20 años los pasó en Hamburgo, ciudad por la que se le conoce como el “Bach de Hamburgo”. Corría el año 1788 y Carl Philipp, que contaba ya con 74 años, no quiso irse sin dejarnos un legado, la Fantasía Libre en fa#, un guiño a la futura plena subjetividad del romanticismo.
Hoy podemos escuchar esta obra en la magnífica versión que Sofya Melikyan grabó en el Auditorium Bruno Walter del Lincoln Center (New York).
Ignacio Botella Ausina